Escritura jurídica
El lunes por la mañana decidí quedarme en el piso. Me llegaba la compra de Mercadona entre nueve y once y era necesario poner a lavar ropa. Así, entre que guardaba la comida en la refri y colgaba en el tendedero, hice un poco del TFG de Derecho. Principalmente, le dediqué la mañana a la tercera pregunta, en la que había que redactar una demanda. Me base, como no podía ser de otra manera, en alguna de las demandas que hice junto a C. en el verano en Canessa Barriga. Mientras escribía el primer borrador, fue calando en mí la intuición de que tampoco me iba a ser del todo útil. No por defectos de la demanda, sino por cuestiones de forma. Igual estoy equivocado, pero presiento que los abogados españoles son mucho más directos a la hora de redactar textos legales. El abogado ecuatoriano adorna los párrafos y trata de escribir con una formalidad y pomposidad extraña para estos lugares. Una pomposidad que a mí no me habría gustado en un principio, pero a la que ya estoy habituado y hasta le he cogido cariño; el uso de negritas y mayúsculas, las interminables oraciones subordinadas, las introducciones y aclaraciones abundantes, etc.
Considero que esto se debe, en parte, a la experiencia del trato con el funcionario público ecuatoriano. Quién ha ido a presentar una a la Florida o a la Corte Provincial es consciente de que, si el funcionario está en un mal día, va a analizar minuciosamente el texto en busca del mínimo error para no aceptarla. O, si logra pasar el filtro del funcionario, igual le llega al juez quien, si tiene un mal día, va a leerla como nunca, inadmitirla y exigir de ella requisitos que ni siquiera se encuentran en el COGEP. Las ganas de joder la vida han hecho que el abogado ecuatoriano recurra a recursos literarios propio de románticos y poetas, dando como resultados demandas en las que, al leerlas, sientes que te juegas la vida por la justicia. También tenemos casos, como muchas de las contestaciones de las otras partes, que ese uso de subordinadas y palabras pomposas da la impresión de ser una máscara que no termina de quedar bien. Se siente forzado y pedante y dan ganas de encontrarlos en la Audiencia y confirmar que esa supuesta elegancia no es más que un esnobismo muy mal articulado.
Sin embargo, no hay nada más increíble que esos oficios de fiscalía que, abajo al terminar, firman con un “Dios, Patria y Libertad”. Que no se pierdan las buenas costumbres.