Vida académica
“Subid a las cumbres y regad las tierras”— O algo así dijo Fernando Simón citando un salmo que no recuerdo cuál era. En eso consistía la vida académica. Escalar los montes, ver el mundo en su conjunto y compartirlo con los demás. Sí, ser experto en una ciencia, pero no perder nunca de vista el todo. No confundir jamás la parte por el todo. No caer en ningún cientificismo. “There are more things in Heaven and Earth, Horatio, than are dreamt of in your philosophy.”— dijo citando a Hamlet. Ser siempre agradecido. Con quienes te invitaron a seguir esta vida y, sobre todo, con tu maestro. A la vez, no puede faltar nunca el compromiso con la verdad. De eso se trata. No tener miedo a cambiar de hipótesis inicial. No tener miedo a enfrentarse a argumentos rivales. Enfrentarse a los mejores. No construir hombres de paja. Si te equivocas, no importa. Tu compromiso debe ser siempre con la verdad.
Estas y más cosas, dijo Fernando en la jornada de Talento Académico que organizó el día de ayer la universidad, evento que llevan haciendo ya tres años, con el objetivo de animar a los estudiantes a decidirse por la vida académica. Ahí me encontré con F. y S. y conversamos en el aperitivo las posibles opciones. Si hacerla o no. Si en Derecho o en Filosofía. Si en Derecho, de ley Consti. Si en Filo, Ética, Filo del Derecho o Filo Política. Filosofía práctica, en resumen. También estaba la cuestión de cuando. ¿Apenas terminar la carrera? ¿O en un futuro, con la vida ya “resuelta”? ¿A tiempo completo? ¿A tiempo parcial? ¿En Pamplona? ¿O en Estados Unidos? ¿O en Inglaterra? O, simplemente, ¿no complicarse la vida y renunciar a la tesis?
Una vez escuché una conferencia de Higinio Marín sobre la vocación del profesor y dijo que un rasgo característico de aquellas personas que dedican su vida a estudiar y enseñar lo que estudian es que, siempre que tienen tiempo libre o vacaciones, aprovechan para seguir estudiando. Buscar la ocasión para aprender. Saciar su apetito despertado en la juventud. Vivir conforme al hábito que ya se ha convertido en una segunda naturaleza. Responder a ese deseo de saber que no descansa.
Es una vida despertada por el asombro. Asombro que, si se cultiva adecuadamente, no desaparece, sino que crece siempre. Josef Pieper: “The joy that acompannies wonder is the joy of the begginer, of the mind and spirit that is always open to what is fresh, new, and as yet unkonwn”. Que difícil que resulta renunciar a una vida así una vez que el asombro se ha asomado al misterio.